Publicado originalmente por Nick Aglikti en septiembre de 2003 en su blog: Ol' Sam. A Work in Progress.
NOTA DEL TRADUCTOR:
Las redes sociales tienen sus cosas buenas y sus cosas malas, por un azar caprichoso del destino, el que suscribe, un desconocido entusiasta de la historia de las regiones polares y en particular de la expedición perdida de Franklin, se topó con este buen hombre llamado Nick Aglikti. Un Canadiense, de origen inglés, ahora retirado, con el que he entablado una relación de amistad virtual que ha trascendido de compartir el común entusiasmo por ciertas cuestiones polares a compartir recetas en Facebook.
Nick y yo mantenemos un agradable chat (casi diario, diría yo) que suele empezar con un entusiasta "Andrés, mi amigo" o "Andrés cowboy" en el que discutimos acerca de los más variopintos temas. Una práctica que hace que Nick se haya convertido en uno de mis amigos "Overseas" virtuales favoritos.
Nick, entre otras cosas, fue un empleado de la ya extinta e histórica Hudson Bay Company que trabajó durante los años 60 en algunos de los más remotos y espeluznantes rincones del ártico Canadiense y que pudo vivir y experimentar en sus carnes algo de lo que muchos de nosotros solo hemos podido leer en los libros. Creo que Nick vivió allí en una época de transición que, como ocurre con todas, no se va a volver a repetir, pero cuyo sabor a "auténtico" es innegable y se puede respirar en cada una de las anécdotas que ha publicado en su blog "Ol' Sam. A Work in Progress.
Por desgracia, muchos vivimos influenciados solo por lo que publican y expresan los grandes y conocidos personajes, sean estos aventureros, escritores, historiadores, periodistas, etc. pero no debemos olvidar la "chicha" que se alberga en los recuerdos de aquellos que han tenido "experiencias" de primera mano y que sin embargo son y serán siempre absolutos desconocidos.
El viejo Nick, en un momento dado de su vida, decidió dar a conocer algunas de sus aventuras en su blog. De alguna manera quiso compartir con el mundo esa parte de su vida, que sin duda fue muy singular y dejó una honda impresión en él. Supongo que la mayoría de sus lectores son veteranos de aquella época que pasaron algunos años en el "Lejano norte" experimentando situaciones similares a las vividas por Nick. Desde luego, no creo que dentro de sus expectativas estuviera llamar la atención de un español que lo más cerca que ha estado de aquellas regiones ha sido a través de los libros que se ha leído.
Probablemente, las "historias de Nick" no vayan a ver la luz jamás en las páginas de un libro, pero al menos por mi parte trataré de darles toda la visibilidad posible en mi entorno cercano traduciéndolas una a una y poco a poco al castellano. El trabajo duro ya está hecho por su parte, haberse decidido a escribirlas y publicarlas, un esfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a hacer. Nick no es un gran escritor ni aspira a serlo ni falta que le hace. Con sus frases cortas y directas, llenas de interjecciones, expresiones literales y algún taco ocasional, dan vida a la vida "sencilla" que le tocó vivir durante buena parte de su vida. Sus aventuras no tienen necesariamente una estructura amigable para el lector donde podamos identificar una adecuada introducción, desarrollo y posterior desenlace, sino que a a veces empiezan y terminan de forma abrupta sin llegar a concluir de manera especialmente literaria, algo que desde mi punto de vista se suma al encanto que emana de todas ellas.
Espero que las disfrutéis. Aquí os dejo la primera que he traducido "PAULATUK, UN COMIENZO". Donde Nick nos cuenta como transcurrió su aterrizaje en lo más remoto del ártico Canadiense. Probablemente alguna de sus aventuras o comentarios os pongan los pelos de punta, pero pensad que aquello, durante los años que trabajó allí, debió ser lo más parecido al lejano oeste.
Habiendo escapado de Cambridge Bay y del Ártico temporalmente, en un intento fallido de obtener mi licencia "M" como mecánico de aeronaves, me inscribí en NWTAirways ...
Pasé los siguientes diez meses en Yellowknife, trabajando en la industria de las avionetas (Bush planes). Aunque en realidad no hice mucha ingeniería allí. Mi trabajo consistió básicamente en bombear combustible de aviones (Avgas), cargar y descargar pequeñas avionetas y hacer las reparaciones mecánicas menores de las que mi jefe me consideraba capaz.
Pasé largas horas de verano sentado en el asiento derecho del copiloto, mientras transportábamos personas y suministros a una variedad de pequeñas aldeas, refugios de pesca y campamentos mineros.
Las vistas, cuando volábamos a gran altura sobre la taiga y la tundra del Subártico canadiense, eran espectaculares. Muy a menudo, el piloto en el asiento izquierdo me dejaba "pilotar". Llevábamos las ventanas laterales abiertas y el ruido del gran motor radial Pratt y Whitney del morro era ensordecedor. Los olores del Avgas, aceite caliente, aluminio, cuero, carga y motor caliente, se mezclaban formando una combinación estimulante y embriagadora. ¿Podéis imaginaros la sensación?
Y ahí estaba yo, volando muy alto por encima de los tierras baldías (barren lands), navegando siguiendo una trayectoria y pilotando una avioneta mientras el piloto dormitaba a mi lado. Si subiera demasiado o bajara mucho, sus oídos lo notarían, se despertaría, me golpearía el brazo y me preguntaría que qué pensaba que estaba haciendo. Me encantaba. Una experiencia increíblemente emocionante para un joven de 23 años, recién salido de la cuna, por así decirlo.
Y ahí estaba yo, volando muy alto por encima de los tierras baldías (barren lands), navegando siguiendo una trayectoria y pilotando una avioneta mientras el piloto dormitaba a mi lado. Si subiera demasiado o bajara mucho, sus oídos lo notarían, se despertaría, me golpearía el brazo y me preguntaría que qué pensaba que estaba haciendo. Me encantaba. Una experiencia increíblemente emocionante para un joven de 23 años, recién salido de la cuna, por así decirlo.
A mediados de julio, comencé a ser sondeado por un agente del Gobierno Federal. Me preguntó si estaría interesado en ser contratado para un puesto temporal como Oficial Técnico de primera en Desarrollo local. Algunas de las preguntas que me hizo me indicaron que el puesto de trabajo estaría en Paulatuk, en los Territorios del Noroeste (NWT). Sería el responsable de ayudar a la población local de Inuvialuit, tendría que establecer una Cooperativa de propiedad y operación local cuya economía se basase en sus propios recursos.
Todavía sintiendo la "llamada del Ártico" (The call of the north) y creyendo en las promesas de que me esperaban tiempos mejores (trabajo fijo en el gobierno, buena paga y beneficios completos) y una vez que había demostrado mi valía, me dejé convencer. Le dije adiós a mi novia y a mis planes de convertirme en mecánico aeronáutico y volé a Inuvik. Un par de semanas de prácticas de orientación y otra de vuelo después, llegué a Paulatuk.
¡Ay! casi me había olvidado de ello en Yellowknife; Mi primera impresión al llegar fue sentir la frescura de la fría y limpia brisa siempre presente del Océano Ártico. No importa qué estación del año sea, a menos que sea un día excepcionalmente tranquilo, la mayoría de la gente te dirá que el aire es lo primero que notan al llegar. El aire de la costa ártica es fresco, vigorizante, frío y claro. Se puede sentir como se respira, se percibe en la base de las fosas nasales y puede hasta quitarte el aliento. Se trata literalmente de un "soplo de aire fresco". Sin embargo, nuestra reacción inicial ante esta brisa es ... buscar refugio.
Mi segunda impresión fue la de volver a estar solo de nuevo en el mundo Inuit.
Paulatuk se sitúa en la base de la península de Parry, en la bahía de Darnley, cerca del rio Hornaday, cerca del recientemente creado. Parque Nacional Tuktuk Nogait.
Desde tiempos inmemoriales, Paulatuk, ha sido un campamento de pesca de temporada. En algún momento, una misión católica romana, lo completó con una diminuta iglesia y barracones para el párroco.
No sé exactamente la cronología de los hechos, pero durante la guerra fría comenzó la construcción de los radares de la DEW Line y una gran cantidad de la antaña semi-nómada población local Inuit se trasladó y tomó residencia permanente cerca de la estación de Radar de cabo Parry. Algunos consiguieron un trabajo remunerado en la construcción, o como ayudantes de campo de la DEW Line.
La historia cuenta que, desde la llegada de los balleneros, esta misma gente y sus familias experimentaron problemas con el alcohol. A mediados de los sesenta, la construcción había finalizado, la DEW Line estaba al límite de la obsolescencia y el empleo se había literalmente extinguido. La "gente" (N.d.T.: como ellos mismo se denominan), con poca cosa que hacer, fueron atrapados pronto en una vida entre el alcoholismo y la asistencia social. Aquel fue el preciso momento en el que llegué allí.
Sorprendentemente, alguien del gobierno tomó nota de su situación y se tomó la decisión de recolocar y realojar estas desafortunadas almas. De acuerdo con ellos, Paulatuk fue elegido para ser su residencia permanente. Se construyeron rápidamente ocho casas muy básicas y un edificio vacío que serviría como tienda-almacén en el campamento de pesca aledaño a la misión.
Increíblemente, después de toda una vida, el viejo párroco, un tal Fr. de Hurlevent, todavía vivía allí. Espero haberlo deletreado correctamente... aunque seguro que no. Además de, al menos francés, Latín y quien sabe que más, hablaba un inglés no muy bueno con un acento muy marcado. También hablaba un excelente, y probablemente también con acento marcado, Inuktitut. Su conocimiento y capacidad de hablar el lenguaje Inuit era tan bueno y puede que mejor que el del legendario Duncan Pryde.
Durante aproximadamente treinta años, aquel viejo párroco había vivido casi enteramente solo, en aquel sucio, pobremente iluminado e insuficientemente calefactada misión. Era visitado ocasionalmente por sus parroquianos. Tiempo después, comenzó a hablarme sobre si mismo. Todo lo que recuerdo ahora es que había venido directamente desde Francia, que había nacido en el valle del Rhone y que mucho antes, sus ancestros, Sarracenos, habían invadido Francia desde el Norte de África. Era de descendencia árabe.
En la época en la que llegué, creo que su sistema de calefacción era de gasóleo pero años antes, la iglesia y su vivienda se calentaba con carbón de baja calidad el cual se extraía localmente de las cortados del final del cañón del rio Hornaday. Recientemente, en un folleto publicado acerca de Paulatuk, leí que el carbón procedía de las Smoking Hills, a cientos de millas de distancia. No es cierto, esa es una zona totalmente diferente. Creo que tenía una radio transmisor alimentado por un banco de baterías que mantenía cargadas con un molino. Ahora que lo pienso, efectivamente debía de tener una radio, porque yo si que no la tenía, y sin embargo de forma regular, eramos capaces de transmitir nuestras necesidades al mundo exterior.
Se me había reservado una chabola básica de 5x5 metros de dos habitaciones como alojamiento. Tenía un gran ventanal frontal y mi dormitorio se separaba de mi salón-cocina-comedor por un corto murete. Dicho murete no llegaba al techo porque de otra manera no habría circulación de aire y mi dormitorio estaría tan cálido como el interior de una nevera. Se calentaba mediante una estufa de Fueloil Coleman con un tanque de cinco galones adosado a la parte trasera
La luz la proporcionaba unas linternas de gasolina también marca Coleman. Pedí un kit de radio AM y antena de Inuvik.
Mi entretenimiento nocturno consistía en saltar de una emisora a otra con mi radio AM. Las estaciones de radio de lugares tan lejanos como Thule Groenlandia (AFRTS) y Boston Mass. (WBZ) se desvanecerían de manera fantasmal. Mi estación favorita era WBZ. Escribí a uno de los DJ (Karl Desueze), para decirle que había escuchado su programa. Incluso me respondió. Joe y yo nos sentamos en la playa una noche para escuchar lo último de los Beatles en directo para la radio. Una experiencia "Etérea", por decir algo.
Los objetivos asignados a este improvisado Oficial técnico de primera (de desarrollo), (yo), eran:
Reavivar la automotivación y el orgullo; intentar sacar a estas buenas personas del amparo de las prestaciones sociales; ayudar a algún local de cierto estatus y educación, en el establecimiento y operación de una tienda-almacén Cooperativa y establecer una pesquería local de trucha ártica.
Ay madre, ¡Que embarazoso!. Lo primero que hice, observado por el funcionario del Gobierno que me había acompañado, fue convocar una "reunión de todo el pueblo" para presentarme y establecer la "ley". Solté un montón de tonterías acerca de cómo tenían que cambiar sus hábitos, volver a la tierra y, básicamente, convertirse en ciudadanos canadienses productivos. ¿Qué sabía yo al respecto? Poco la verdad. Bill Hagen me había contratado solo porque era un ex-HBC y siempre estaba a mano cuando necesitaba cualquier cosa. En realidad, tan solo estaba regurgitando las directrices que me habían enseñado los burócratas en Inuvik. Mi audiencia debió de divertirse mucho con mi ingenuidad, pero fue demasiado educada para demostrarlo.
Al final, resultó que la gente de Paulatuk fue de las mejores con los que tuve el placer de interactuar. No había bebida, el lugar estaba "seco". Estaban felices de estar allí, lejos de la línea de radares. Eran personas independientes de mentalidad fuerte. Conocían íntimamente su territorio y me perdonaron el estúpido discurso que pronuncié al llegar.
Entre otros "bonuses" de la comunidad se incluía: la ausencia total de la presencia de la Policía Montada del Canadá RCMP, que no había escuela, no tenían maestros, no tenían carreteras, no tenían centro de salud y ninguna interferencia del gobierno o representante que no fuera yo. Dudo que la población total, incluidos los niños, el sacerdote y yo, superara los cuarenta.
Mis primeros días los pasé visitando a las diferentes familias, entreteniéndome y siendo entretenido a base de mucho té, café y bannock. Traté de averiguar quién era quién y a quién podría alistar como aliado. Conocí a Garret Ruben, el nominado para convertirse en el gerente de la cooperativa. Era brillante, y resultó ser un excelente portavoz de la comunidad que estaba entusiasmado con la idea de montar la tienda.
Conocí también a Billy Rueben, que en su tiempo fue un gran sostén para su familia. Lamentablemente, un accidente que afectó los tendones de su rodilla y la falta de atención médica rápida y adecuada lo dejó parcialmente lisiado.
Billy era un gran narrador de historias. Hablaba bien inglés, la mayoría de la gente lo hacía. Billy conocía a todos los animales como si fueran sus parientes y pasaba horas conmigo tomando té y café, instruyéndome acerca de sus costumbres. Contando cómo solían ser las cosas antes, historias de caza y fantasmas, masacres, batallas con los indios en el pasado cuando los caminos de los inuit y los indios se cruzaban.
La esposa de Billy, Bertha, era una mujer grande y genial. Llevaba siempre un estampado Millefiori e "Madre Hubbard". En invierno, simplemente se ponía más capas debajo. En el correo transportado en el mismo avión en el que llegué yo, recibió algunos dientes postizos nuevos. No encajaban bien y se salían continuamente de su boca. Ella se reía al respecto, al igual que lo hacían todos los demás presentes en la habitación. Los mantenía dentro poniendo la mano sobre su boca. Bertha era una mujer muy tradicional. Probablemente fue una de las últimas en disponer del verdadero conocimiento de su "país". Hacía el mejor bannock que he comido nunca. Donde quiera que fuera, Bertha siempre ganaba los concursos de desollado de focas y de té de Inuvik.
Me hice amigo de su hijo Joe. Tenía aproximadamente mi edad y poseía probablemente tanto conocimiento local y tradicional como tenía su papá. Joe se convirtió en mi compañero. Pasamos mucho tiempo haciendo cosas juntos. Le debo mucho a Joe por haberle enseñado a un hombre blanco bastante estúpido, cómo hacer las cosas de la manera correcta. Joe también era un gran fantasma, pero fiable como el infierno cuando hacía falta. Ahora en retrospectiva, me he dado cuenta de que también me soltó en su momento un montón de bobadas inofensivas.
Después de haber pasado unos días en el pueblo una noche me invitaron a una cacería de focas. Nada formal, solo varios tipos en un par de canoas de transporte, saliendo a la corriente de hielo, sentados bebiendo té y esperando a que algo al alcance se asomara por encima del agua.
Imagínate; crepúsculo, calma chicha, agua de un color gris acero; un témpano de hielo de un cuarto de acre suspendido en el espacio; sin tierra visible; rodeado de un silencio casi completo, la blancura del hielo, el suave y decreciente chapoteo del agua sobre el hielo producido por la estela de nuestras canoas, los murmullos de voces calladas, el silbido de la estufa del campamento mientras hervía agua para el té, todo envuelto en una ligera capa de niebla.
A pesar de que había luz del día las 24 horas, si estaba neblinoso o nublado, como esa noche, se podía poner bastante oscuro y sombrío en las primeras horas del amanecer. No había muchas focas en la zona aquella noche. Nos sentamos allí bebiendo té y disparando ocasionalmente a los patos que eran lo suficientemente desafortunados de ponerse a tiro cuando estaban al alcance de nuestra vista. Esperamos a que la niebla se despejara y el sol estuviera más alto para poder ver mejor a nuestro alrededor.
Aquella noche me enteré de que se podía atraer a las focas raspando algo afilado en el hielo o dando unos pocos golpecitos en la borda de la canoa con un cartucho de escopeta. Las focas son curiosas por naturaleza, pocas han tenido contacto con el hombre. No tienen ni idea del peligro en el que se encuentran. Si uno se queda quieto, una foca se le acercará a unos pocos metros.
Escrutando la niebla, tratando de orientarme y tener algo de perspectiva, vi movimiento en el agua. ¿Qué era aquello? Una foca. ¿Como está de cerca? Difícil de decir. De manera fantasmal, parece estar flotando en un espejismo. Apunté mi calibre 22 lo mejor que pude con aquella luz, disparé a bocajarro. ¡Crack! Chapoteo.
-¿A dónde diablos fue? Mierda, fallé -
Alguien preguntó a qué había disparado. Dije:
-Una foca-
Se hizo el silencio mientras todos la buscaban. Nada. Después de un rato, el té y la conversación se reanudaron. Algún tiempo después, alguien vislumbró el cuerpo de una foca a la deriva por el borde del hielo.
- ¿De dónde salió eso? Es a la que le disparaste. -
Efectivamente, había un agujero, justo entre sus ojos.
-¡La mataste, gran disparo!-
Mis amigos estaban impresionados por mi aparente buena puntería, yo también, considerando que había sido pura suerte. Estaba tan feliz... mis otras habilidades podían estar en tela de juicio, pero para esta gente, al menos, era un buen tirador.
En todos mis años en el norte, nunca tuve un rifle de gran calibre. Ocasionalmente, si lo que iba a hacer requería uno, lo tomaba prestado.
Siempre llevaba un rifle de calibre 22, a veces solo mi pistola Colt Woodsman, a veces ambas. Posteriormente, en Yellowknife, me gustaba llevar encima un calibre 44. Tenía dos, un S&W y un Ruger Blackhawk. Mi arma de fuego de repuesto era de cinco disparos, acción de bombeo, calibre 12. escopeta con una variedad de proyectiles. Balas, postas 00 y algunos perdigones. Una escopeta es probablemente el arma más versátil jamás inventada.
Sin un permiso de armas especial, que son difíciles de obtener, llevar una pistola en el monte en los territorios del Noroeste es totalmente ilegal. Sin embargo, por seguridad y conveniencia, a menudo lo hice. Hmmm, creo que estoy divagando.
Las focas tienen un hábito muy peculiar. Dependiendo de la época del año se hunden o flotan cuando mueren. Durante el verano, la foca tiene la costumbre de hundirse cuando la disparas, es mejor dispararlas con una escopeta y perdigones. Esto las ciega y les fastidia la nariz. Incapaces de bucear, es fácil arrimarlas al bote y arponearlas o engancharlas para arrastrarlas a bordo.
Al cazar focas en aguas abiertas, todo lo que uno ve es la parte superior de sus cabezas y su hocico con bigotes. Un objetivo muy pequeño, aproximadamente del tamaño de un pomelo. Tienen un cráneo muy delgado y es muy sencillo matarlas. Cuando está herida y arponeada, un buen golpe fuerte en la cabeza basta.
Ubicación de Paulatuk, costa norte de Canada, enfrentado a la isla de Banks |
¡Ay! casi me había olvidado de ello en Yellowknife; Mi primera impresión al llegar fue sentir la frescura de la fría y limpia brisa siempre presente del Océano Ártico. No importa qué estación del año sea, a menos que sea un día excepcionalmente tranquilo, la mayoría de la gente te dirá que el aire es lo primero que notan al llegar. El aire de la costa ártica es fresco, vigorizante, frío y claro. Se puede sentir como se respira, se percibe en la base de las fosas nasales y puede hasta quitarte el aliento. Se trata literalmente de un "soplo de aire fresco". Sin embargo, nuestra reacción inicial ante esta brisa es ... buscar refugio.
Mi segunda impresión fue la de volver a estar solo de nuevo en el mundo Inuit.
Paulatuk se sitúa en la base de la península de Parry, en la bahía de Darnley, cerca del rio Hornaday, cerca del recientemente creado. Parque Nacional Tuktuk Nogait.
Posición de Letty Harbour (Paulatuk) en la península de Parry |
Edificios restantes en Letty Harbour, el de más abajo es el viejo almacén donde dormiamos y el que está un poco más arriba es la casa encantada. |
No sé exactamente la cronología de los hechos, pero durante la guerra fría comenzó la construcción de los radares de la DEW Line y una gran cantidad de la antaña semi-nómada población local Inuit se trasladó y tomó residencia permanente cerca de la estación de Radar de cabo Parry. Algunos consiguieron un trabajo remunerado en la construcción, o como ayudantes de campo de la DEW Line.
La historia cuenta que, desde la llegada de los balleneros, esta misma gente y sus familias experimentaron problemas con el alcohol. A mediados de los sesenta, la construcción había finalizado, la DEW Line estaba al límite de la obsolescencia y el empleo se había literalmente extinguido. La "gente" (N.d.T.: como ellos mismo se denominan), con poca cosa que hacer, fueron atrapados pronto en una vida entre el alcoholismo y la asistencia social. Aquel fue el preciso momento en el que llegué allí.
Sorprendentemente, alguien del gobierno tomó nota de su situación y se tomó la decisión de recolocar y realojar estas desafortunadas almas. De acuerdo con ellos, Paulatuk fue elegido para ser su residencia permanente. Se construyeron rápidamente ocho casas muy básicas y un edificio vacío que serviría como tienda-almacén en el campamento de pesca aledaño a la misión.
Increíblemente, después de toda una vida, el viejo párroco, un tal Fr. de Hurlevent, todavía vivía allí. Espero haberlo deletreado correctamente... aunque seguro que no. Además de, al menos francés, Latín y quien sabe que más, hablaba un inglés no muy bueno con un acento muy marcado. También hablaba un excelente, y probablemente también con acento marcado, Inuktitut. Su conocimiento y capacidad de hablar el lenguaje Inuit era tan bueno y puede que mejor que el del legendario Duncan Pryde.
Durante aproximadamente treinta años, aquel viejo párroco había vivido casi enteramente solo, en aquel sucio, pobremente iluminado e insuficientemente calefactada misión. Era visitado ocasionalmente por sus parroquianos. Tiempo después, comenzó a hablarme sobre si mismo. Todo lo que recuerdo ahora es que había venido directamente desde Francia, que había nacido en el valle del Rhone y que mucho antes, sus ancestros, Sarracenos, habían invadido Francia desde el Norte de África. Era de descendencia árabe.
En la época en la que llegué, creo que su sistema de calefacción era de gasóleo pero años antes, la iglesia y su vivienda se calentaba con carbón de baja calidad el cual se extraía localmente de las cortados del final del cañón del rio Hornaday. Recientemente, en un folleto publicado acerca de Paulatuk, leí que el carbón procedía de las Smoking Hills, a cientos de millas de distancia. No es cierto, esa es una zona totalmente diferente. Creo que tenía una radio transmisor alimentado por un banco de baterías que mantenía cargadas con un molino. Ahora que lo pienso, efectivamente debía de tener una radio, porque yo si que no la tenía, y sin embargo de forma regular, eramos capaces de transmitir nuestras necesidades al mundo exterior.
Se me había reservado una chabola básica de 5x5 metros de dos habitaciones como alojamiento. Tenía un gran ventanal frontal y mi dormitorio se separaba de mi salón-cocina-comedor por un corto murete. Dicho murete no llegaba al techo porque de otra manera no habría circulación de aire y mi dormitorio estaría tan cálido como el interior de una nevera. Se calentaba mediante una estufa de Fueloil Coleman con un tanque de cinco galones adosado a la parte trasera
La luz la proporcionaba unas linternas de gasolina también marca Coleman. Pedí un kit de radio AM y antena de Inuvik.
Mi entretenimiento nocturno consistía en saltar de una emisora a otra con mi radio AM. Las estaciones de radio de lugares tan lejanos como Thule Groenlandia (AFRTS) y Boston Mass. (WBZ) se desvanecerían de manera fantasmal. Mi estación favorita era WBZ. Escribí a uno de los DJ (Karl Desueze), para decirle que había escuchado su programa. Incluso me respondió. Joe y yo nos sentamos en la playa una noche para escuchar lo último de los Beatles en directo para la radio. Una experiencia "Etérea", por decir algo.
Los objetivos asignados a este improvisado Oficial técnico de primera (de desarrollo), (yo), eran:
Reavivar la automotivación y el orgullo; intentar sacar a estas buenas personas del amparo de las prestaciones sociales; ayudar a algún local de cierto estatus y educación, en el establecimiento y operación de una tienda-almacén Cooperativa y establecer una pesquería local de trucha ártica.
Ay madre, ¡Que embarazoso!. Lo primero que hice, observado por el funcionario del Gobierno que me había acompañado, fue convocar una "reunión de todo el pueblo" para presentarme y establecer la "ley". Solté un montón de tonterías acerca de cómo tenían que cambiar sus hábitos, volver a la tierra y, básicamente, convertirse en ciudadanos canadienses productivos. ¿Qué sabía yo al respecto? Poco la verdad. Bill Hagen me había contratado solo porque era un ex-HBC y siempre estaba a mano cuando necesitaba cualquier cosa. En realidad, tan solo estaba regurgitando las directrices que me habían enseñado los burócratas en Inuvik. Mi audiencia debió de divertirse mucho con mi ingenuidad, pero fue demasiado educada para demostrarlo.
Al final, resultó que la gente de Paulatuk fue de las mejores con los que tuve el placer de interactuar. No había bebida, el lugar estaba "seco". Estaban felices de estar allí, lejos de la línea de radares. Eran personas independientes de mentalidad fuerte. Conocían íntimamente su territorio y me perdonaron el estúpido discurso que pronuncié al llegar.
Entre otros "bonuses" de la comunidad se incluía: la ausencia total de la presencia de la Policía Montada del Canadá RCMP, que no había escuela, no tenían maestros, no tenían carreteras, no tenían centro de salud y ninguna interferencia del gobierno o representante que no fuera yo. Dudo que la población total, incluidos los niños, el sacerdote y yo, superara los cuarenta.
Mis primeros días los pasé visitando a las diferentes familias, entreteniéndome y siendo entretenido a base de mucho té, café y bannock. Traté de averiguar quién era quién y a quién podría alistar como aliado. Conocí a Garret Ruben, el nominado para convertirse en el gerente de la cooperativa. Era brillante, y resultó ser un excelente portavoz de la comunidad que estaba entusiasmado con la idea de montar la tienda.
Conocí también a Billy Rueben, que en su tiempo fue un gran sostén para su familia. Lamentablemente, un accidente que afectó los tendones de su rodilla y la falta de atención médica rápida y adecuada lo dejó parcialmente lisiado.
Billy era un gran narrador de historias. Hablaba bien inglés, la mayoría de la gente lo hacía. Billy conocía a todos los animales como si fueran sus parientes y pasaba horas conmigo tomando té y café, instruyéndome acerca de sus costumbres. Contando cómo solían ser las cosas antes, historias de caza y fantasmas, masacres, batallas con los indios en el pasado cuando los caminos de los inuit y los indios se cruzaban.
La esposa de Billy, Bertha, era una mujer grande y genial. Llevaba siempre un estampado Millefiori e "Madre Hubbard". En invierno, simplemente se ponía más capas debajo. En el correo transportado en el mismo avión en el que llegué yo, recibió algunos dientes postizos nuevos. No encajaban bien y se salían continuamente de su boca. Ella se reía al respecto, al igual que lo hacían todos los demás presentes en la habitación. Los mantenía dentro poniendo la mano sobre su boca. Bertha era una mujer muy tradicional. Probablemente fue una de las últimas en disponer del verdadero conocimiento de su "país". Hacía el mejor bannock que he comido nunca. Donde quiera que fuera, Bertha siempre ganaba los concursos de desollado de focas y de té de Inuvik.
Me hice amigo de su hijo Joe. Tenía aproximadamente mi edad y poseía probablemente tanto conocimiento local y tradicional como tenía su papá. Joe se convirtió en mi compañero. Pasamos mucho tiempo haciendo cosas juntos. Le debo mucho a Joe por haberle enseñado a un hombre blanco bastante estúpido, cómo hacer las cosas de la manera correcta. Joe también era un gran fantasma, pero fiable como el infierno cuando hacía falta. Ahora en retrospectiva, me he dado cuenta de que también me soltó en su momento un montón de bobadas inofensivas.
Después de haber pasado unos días en el pueblo una noche me invitaron a una cacería de focas. Nada formal, solo varios tipos en un par de canoas de transporte, saliendo a la corriente de hielo, sentados bebiendo té y esperando a que algo al alcance se asomara por encima del agua.
Imagínate; crepúsculo, calma chicha, agua de un color gris acero; un témpano de hielo de un cuarto de acre suspendido en el espacio; sin tierra visible; rodeado de un silencio casi completo, la blancura del hielo, el suave y decreciente chapoteo del agua sobre el hielo producido por la estela de nuestras canoas, los murmullos de voces calladas, el silbido de la estufa del campamento mientras hervía agua para el té, todo envuelto en una ligera capa de niebla.
A pesar de que había luz del día las 24 horas, si estaba neblinoso o nublado, como esa noche, se podía poner bastante oscuro y sombrío en las primeras horas del amanecer. No había muchas focas en la zona aquella noche. Nos sentamos allí bebiendo té y disparando ocasionalmente a los patos que eran lo suficientemente desafortunados de ponerse a tiro cuando estaban al alcance de nuestra vista. Esperamos a que la niebla se despejara y el sol estuviera más alto para poder ver mejor a nuestro alrededor.
Aquella noche me enteré de que se podía atraer a las focas raspando algo afilado en el hielo o dando unos pocos golpecitos en la borda de la canoa con un cartucho de escopeta. Las focas son curiosas por naturaleza, pocas han tenido contacto con el hombre. No tienen ni idea del peligro en el que se encuentran. Si uno se queda quieto, una foca se le acercará a unos pocos metros.
Escrutando la niebla, tratando de orientarme y tener algo de perspectiva, vi movimiento en el agua. ¿Qué era aquello? Una foca. ¿Como está de cerca? Difícil de decir. De manera fantasmal, parece estar flotando en un espejismo. Apunté mi calibre 22 lo mejor que pude con aquella luz, disparé a bocajarro. ¡Crack! Chapoteo.
-¿A dónde diablos fue? Mierda, fallé -
Alguien preguntó a qué había disparado. Dije:
-Una foca-
Se hizo el silencio mientras todos la buscaban. Nada. Después de un rato, el té y la conversación se reanudaron. Algún tiempo después, alguien vislumbró el cuerpo de una foca a la deriva por el borde del hielo.
- ¿De dónde salió eso? Es a la que le disparaste. -
Efectivamente, había un agujero, justo entre sus ojos.
-¡La mataste, gran disparo!-
Mis amigos estaban impresionados por mi aparente buena puntería, yo también, considerando que había sido pura suerte. Estaba tan feliz... mis otras habilidades podían estar en tela de juicio, pero para esta gente, al menos, era un buen tirador.
En todos mis años en el norte, nunca tuve un rifle de gran calibre. Ocasionalmente, si lo que iba a hacer requería uno, lo tomaba prestado.
Siempre llevaba un rifle de calibre 22, a veces solo mi pistola Colt Woodsman, a veces ambas. Posteriormente, en Yellowknife, me gustaba llevar encima un calibre 44. Tenía dos, un S&W y un Ruger Blackhawk. Mi arma de fuego de repuesto era de cinco disparos, acción de bombeo, calibre 12. escopeta con una variedad de proyectiles. Balas, postas 00 y algunos perdigones. Una escopeta es probablemente el arma más versátil jamás inventada.
Sin un permiso de armas especial, que son difíciles de obtener, llevar una pistola en el monte en los territorios del Noroeste es totalmente ilegal. Sin embargo, por seguridad y conveniencia, a menudo lo hice. Hmmm, creo que estoy divagando.
Las focas tienen un hábito muy peculiar. Dependiendo de la época del año se hunden o flotan cuando mueren. Durante el verano, la foca tiene la costumbre de hundirse cuando la disparas, es mejor dispararlas con una escopeta y perdigones. Esto las ciega y les fastidia la nariz. Incapaces de bucear, es fácil arrimarlas al bote y arponearlas o engancharlas para arrastrarlas a bordo.
Al cazar focas en aguas abiertas, todo lo que uno ve es la parte superior de sus cabezas y su hocico con bigotes. Un objetivo muy pequeño, aproximadamente del tamaño de un pomelo. Tienen un cráneo muy delgado y es muy sencillo matarlas. Cuando está herida y arponeada, un buen golpe fuerte en la cabeza basta.