KABLOONAS

KABLOONAS
Burial of John Franklin. Author: me

KABLOONAS

Kabloonas is the way in which the Inuit who live in the north part of Canada call those who haven´t their same ascendency.

The first time i read this word was in the book "Fatal Passage" by Ken McGoogan, when, as the result of the conversations between John Rae and some inuit, and trying to find any evidence of the ill-fated Sir John Franklin Expedition, some of then mentioned that they watched how some kabloonas walked to die in the proximities of the river Great Fish.

I wish to publish this blog to order and share all those anecdotes that I´ve been finding in the arctic literature about arctic expeditions. My interest began more than 15 years ago reading a little book of my brother about north and south pole expeditions. I began reading almost all the bibliography about Antarctic expeditions and the superknown expeditions of Scott, Amundsen, Shackleton, etc. After I was captured by the Nansen, Nobile and Engineer Andree. But the most disturbing thing in that little book, full of pictures, was the two pages dedicated to the last Franklin expedition of the S.XIX, on that moment I thought that given the time on which this and others expeditions happened, few or any additional information could be obtained about it. I couldn´t imagine that after those two pages It would be a huge iceberg full of stories, unresolved misteries, anecdotes, etc. I believe that this iceberg, on the contrary than others, would continue growing instead melting.



jueves, 25 de abril de 2019

LOS POBLADORES DE LA ANTÁRTIDA

¿Los pobladores de la Antártida? ¿De verdad? 

No, no es posible. Si algo diferencia las regiones Árticas de las Antárticas es que las primeras han estado habitadas por seres humanos desde tiempos casi inmemoriales y las segundas no, al menos no desde que ambas son regiones heladas, algo que por otro lado no siempre fueron. Por eso, os podéis imaginar cual fue mi sorpresa al encontrar en Internet una publicación de 1904 llamada "Alrededor del Mundo" un artículo que ostentaba el desconcertante título:

"¿VIVE EN EL POLO SUR UNA RAZA DESCONOCIDA?
Lo que dice un explorador famoso.
Teorías curiosísimas.- Lo que significaría el descubrimiento de ese continente perdido"


Portada del ejemplar de "Alrededor del mundo" de julio de 1904 donde se encuentra el artículo objeto de esta publicación.
"Alrededor del mundo" era una revista ilustrada semanal muy popular y de carácter costumbrista que se publicó entre los años 1899 y 1930. Aunque en principio era de contenido generalista, se ocupó también de temas artísticos, curiosidades, ciencia, viajes, etc. 

Si hiciésemos caso de lo que se dice y creyésemos en la remota posibilidad de que fuera cierto lo que se enuncia en el artículo... ¿Habría entonces que rescribir la historia? o resulta simplemente que nos encontramos ante una de esas pamplinas producto de la desbordante imaginación de algún iluminado pseudo-periodista del momento? 

Puede, pero antes de hacer una valoración gratuita y desinformada de lo que tenemos ante nosotros, contextualicemos la noticia en la época en la que se publicó. Remontémonos en el tiempo al año 1904. ¿Que se sabía por aquel entonces acerca de la Antártida? Pues en realidad más bien poca cosa, porque fue justo durante aquellos años cuando se intensificó la exploración de esa porción de nuestro planeta tan desconocida por entonces como lo podría ser Marte. 

No es de extrañar por tanto, que al igual que Edgar Rice Burroughs hiciera allá por el año 1912 utilizando Marte como escenario para contar de forma muy vívida y creíble las aventuras de John Carter en su "serie Marciana", otros hicieran lo propio dando rienda a su inventiva empleando la tan últimamente de moda "Terra Incognita".

A Prince of Mars by Edgar Rice Burroughs
Desde el primer momento en el que se había puesto pie sobre la Antártida cuando, por desgracia y también por casualidad, en 1819 naufragó en sus costas el Navío de línea español San Telmo, tan solo se habían hecho algunas tímidas incursiones por el interior del continente. La exploración por tierra comenzó en 1897 con la expedición de Adrien de Gerlache en el buque de exploración Bélgica, sin embargo, el ser humano no se aventuró profundamente en el corazón de la Antártida hasta el año 1902, cuando en el intento por alcanzar el polo Sur, durante la expedición Discovery (1900-1902), Wilson, Shackleton y Scott alcanzaron los 82 º de latitud sur. A pesar de estos y otros intentos, allá por 1904, apenas se conocían más que porciones sueltas de su costa y el pasillo de la meseta antártica por el que Scott había avanzado penosamente unos años antes. 

Fue la segunda expedición a la Antártida bajo bandera británica denominada Southern Cross, realizada entre los años 1898 y 1900 y comandada por el Noruego Carsten Borchgrevink,  la que dio lugar aparentemente a alguno de los mitos que inspiraron al escritor de este curioso artículo. La expedición de Carsten fue la primera en adentrarse, aunque muy tímidamente, por el interior del continente por primera vez, llegó a alcanzar los 78 º S por la barrera de hielo de Ross

Seguramente, el entusiasmo de Borchgrevink, que llego a denominar a la Antártida como "otro Klondyke" nubló la razón de aquellos que le leyeron estimulando una insaciable imaginación que se proyectó en artículos como el que estamos analizando. Según el autor:

"...el famoso explorador antártico Carsten Borchgrevink dice estar convencido de que el gran continente antártico, ..., está lleno de maravillas y enigmas, de animales extraordinarios, de algún pueblo nuevo con nueva civilización, nuevas religiones y nuevas costumbres. Por estas razones, la exploración del Polo sur es infinitamente más importante que el descubrimiento del Polo Norte.

La posibilidad de encontrar seres humanos sobre un continente antártico es mucho más fascinadora que todos los misterios del Polo Norte, sobre todo cuando se tiene en cuenta que si existen allí veinte, cuarenta o cien millones de seres humanos cuya existencia ha sido hasta ahora desconocida, estos se han encontrado desde las mas remotas edades separados del resto del mundo, tan separados como pueden estarlo los habitantes de otro planeta."

Yo por el momento no he encontrado rastro de tales testimonios en boca de Carsten, pero seguiré investigando. 

El autor, no desespera ante la desoladora evidencia de que las zonas que con mayor probabilidad podrían albergar vida humana, que eran las costas donde la fauna ebullía por doquier, estaban de hecho completamente despobladas, y emplaza su delirio que habla de millones de habitantes antárticos, al ignoto interior del continente que todavía era en gran medida desconocido. La aplastante realidad es que lo más parecido a un ser humano que Borchgrevink vio durante su expedición fueron los pingüinos Adelia que habitaban las abarrotadas colonias del cabo Adare donde montaron su base,  el denominado Camp Ridley:

"El que las costas del continente antártico hasta ahora descubiertas sean yermos estériles, no quiere decir que en el interior no exista una población numerosa así como una fauna y una flora de extraordinaria riqueza." 



Además de detenernos a analizar las chocantes ilustraciones que adornan el texto, como el sorprendente hombre-pez que ocupa el centro de la primera página, merece la pena  transcribir parte del resto de los desvaríos que plagan el artículo aquí y allá. Algunos hablan sobre la abundante disponibilidad de luz existente durante gran parte de año, incluso de noche que teóricamente permitiría la vida en tan inhóspita región. Es en este punto donde el autor se aventura a suponer que incluso la luz proporcionada por la luna llena favorece la proliferación de la vegetación...

Uno de los pasajes más chocantes, y para mí graciosos, es cuando el autor divaga acerca del posible aspecto de los habitantes de las antípodas. Copio a continuación parte del texto:

"La naturaleza defiende a los seres contra el frío por medio de pelo o lana, ejemplo de ello tenemos en los ainos del japón, pueblo sumamente velludo. Es más que probable que los antárticos tengan igualmente la piel cubierta de abundante vello.
.
Para poder resistir continuamente los rayos solares durante más de seis meses y poder ver después en una oscuridad casi igualmente prolongada es necesario que los ojos del hombre antártico tengan pupilas contráctiles como las del gato, de manera que puedan ensancharse hasta llenar toda la órbita en la oscuridad y después, a la luz del día, disminuir de tamaño como un diafragma iris, hasta hacerse tan pequeñas como la cabeza de un alfiler.

Los huesos supraorbitarios deben estar  extraordinariamente desarrollados, y las pestañas  han de ser sumamente largas y espesas para preservar con su sombra a los ojos del perpetuo sol del verano."

No puedo evitar que la imagen invocada por el autor a través de su detallada y entusiasmada descripción no me parecezca tiernamente grotesca.  

Pero no hay nada menos refrenable que una mente creativa en ebullición. El autor no se ciñe a describir antropológicamente a los habitantes, sino que también enarbola teorías relativas a que fuentes de energía estas criaturas podrían utilizar, ¿por que no?:

"... hay motivos para creer que ambos polos gozaron de un clima muy cálido durante la época carbonífera, y que, por consiguiente, debe haber en el polo sur grandes depósitos de carbón." 

Esto podría ser cierto. El autor continua:

"Los antárticos por tanto deben emplear como combustible el carbón; probablemente son hábiles mineros que se valen para su trabajo de los citados animales."

Hábiles mineros...realmente no hay por donde cogerlo. Si ya resulta complicado creer en la existencia de tales seres, más lo es imaginar que éstos se estaban adentrando en una posible revolución industrial. 

Los animales de los que habla son mencionados en el párrafo anterior que no he transcrito. Se trata básicamente de descendientes del megaterio, del enorme gliptodón, cuya "concha" medía cuatro metros de diámetro, de los monos de cola prensil, grandes como gorilas, de las aves inmensas, medio reptiles y medio volátiles. 

Glyptodon - Wikipedia
La atmósfera ahora, con semejante variedad de fauna, se vuelve de lo más bizarra pero también interesante. No contento con la creación de semejante mundo esperpéntico, la descripción acerca de las características de los habitantes continua dando un giro inesperado hacia una nueva dimensión de irrealidad que comienza a rayar en la locura:

"Es más que posible que los antárticos tengan, además de los ojos, orejas y nariz, órganos  auxiliares parecidos a las antenas de los insectos, órganos fosforescentes de las luciérnagas y que, con estos órganos en la cabeza puedan derivar de la electricidad de la atmósfera y el magnetismo de la corteza terrestre, impresiones físicas de las que nosotros no podemos darnos cuenta.."

Esto es sin duda demasiado. Por ahora no he leído el libro "Primero en el continente Antártico" que narra la expedición de Carsten Bornschevnik, pero dudo mucho que, a pesar de que su líder fuera tachado de emplear en sus publicaciones un tono poco riguroso, periodístico y jactancioso, el contenido de este volumen y de otras de sus publicaciones, llegase a tales extremos de inventiva. Parece más bien la obra de un "lobo solitario" que aburrido en sórdido y oscuro rincón de una editorial, encontrase en los testimonios de los exploradores los ingredientes necesarios para esta receta tan explosiva. 

Tengo una gran tentación de leer el relato de esa expedición, seguramente lo acometa en breve. No solo por conocer algo más acerca de esta primera tentativa de adentrarse en las profundidades del continente de la que tan poco se conoce, sino también por tratar de descubrir alguna traza en él acerca de todo lo que se dice en este artículo.

En cualquier caso, las teorías y creencias relacionadas con la posible población y fauna de las regiones aledañas al polo Sur han llenado la cabeza de fantasías de eruditos y otros estudiosos desde tan temprana época como  fue el siglo XVI. Las ilustraciones del cosmógrafo Sebastian Munster que como se ha mencionado más arriba, acompañan el texto, no son menos sorprendentes. La "vida animal antártica" que ilustra el artículo, y que es representada por una copia en blanco y negro de la siguiente imagen dantesca, no pude por menos que dejarnos perplejos.


Imagen original correspondiente al grabado que figura en blanco y negro en el artículo y que muestra lo que se denomina Munster´s Monsters publicado en 1545 en su obra "Cosmografía". 
En ella se representa un conjunto de criaturas marinas y terrestres casi todas de feroz y amenazador aspecto.

Como no podía ser de otra manera, estas criaturas no corresponden realmente a la Antártida, sino que tiene su origen en una mezcla que combina parte de ficción con datos reales recopilados a través de avistamientos y capturas de animales marinos efectuados por los balleneros escandinavos  en aguas árticas. El autor del artículo obvió naturalmente el hecho de que la fauna y habitantes de la ilustración correspondiera al extremo opuesto del globo, y los situó, siguiendo el estilo del resto del texto sin escrúpulo ninguno, en las regiones antárticas.

A Sebastian Munster tampoco le faltaba imaginación, la podemos constatar en otras ilustraciones de la época como en la siguiente, que muestra a unos interesantes habitantes del espacio, a los que hoy en día denominaríamos alienígenas, cuyo aspecto curiosamente nadie ha utilizado para caracterizar a un extraterrestre en ninguna película de ciencia ficción. Parece que los aliens verdes de cuerpos enjutos y enormes cabezas triangulares dominadas por grandes ojos negros venden mejor que los humanoides de cara en pecho o los hombres monopie:

Pobladores del Cosmos- Sebastian Munster
Pero por desgracia, (o por suerte, según se mire), la Antártida no estaba poblada por los peludos aborígenes mineros de funcionales antenas, ni por los fantásticos animales que el autor del articulo tan brillantemente visualizaba. Es una verdadera lástima que Scott y sus cuatro acompañantes no hubieran podido ser atendidos y rescatados por estos nativos en su mortal marcha de regreso después de haber alcanzado el polo Sur en 1912. 

Imaginaros la escena. Imaginad a un Apsley Cherry Garrard,  el hombre al que se le encomendó la misión de ir en busca de su desaparecido jefe, caminando hacia el norte, escrutando el horizonte en busca de cualquier rastro de sus compañeros, hubiese visto salir de entre los jirones de nieve de una feroz tormenta, a un grupo de nativos antárticos tirando de las riendas de un glyptodon, o armadillo gigantesco, sobre el hielo de la bahía de Ross con unos felices y sonrientes, a la par que sanos y salvos, Scott, Wilson, Bowers, Oates y Evans encaramados a su armadura. 

Como habría cambiado la historia de las expediciones polares en la Antártida si toda esta sarta de despropósitos no hubieran sido tales...